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La doble amarilla que dejó en rojo al arbitraje argentino

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Lamolina suspendido. Otra mancha más

No hay VAR que lo salve, ni silencio que lo tape.
La suspensión de Nicolás Lamolina tras el partido entre Barracas Central y Boca es la enésima muestra de que el fútbol argentino vive en una telenovela de poder y contradicciones, donde los árbitros terminan siendo los actores secundarios de un guion que nadie entiende… pero todos sospechan.

Lamolina expulsó a Iván Tapia, hijo de Claudio “Chiqui” Tapia, presidente de la AFA, y eso alcanzó para encender la chispa. No pasaron ni 48 horas y el juez fue “parado” por Federico Beligoy, el director nacional de Arbitraje.
Casualidad, dicen algunos. Coincidencia, murmuran otros. Vergüenza, decimos todos.

Porque lo insólito no es la jugada —que pudo ser discutible, sí— sino la reacción posterior, el mensaje entre líneas:
👉 “Si te metés con el hijo del jefe, no pitás la próxima fecha.”
Y eso, aunque nadie lo escriba oficialmente, quedó tan claro como el fuera de juego de un delantero dormido.

Mientras tanto, el VAR, que parece un mueble de utilería, ni asomó. Claro, el protocolo no permite revisar dobles amarillas. Perfecto. Pero tampoco impide tener criterio, equilibrio y coraje.
Y mucho menos justifica que el árbitro termine castigado por aplicar el reglamento.

La credibilidad del arbitraje argentino hace rato que camina en puntas de pie sobre una cornisa. Y cada episodio como este le da otro empujoncito.
¿Queremos árbitros que se animen a tomar decisiones difíciles o jueces que midan cada tarjeta pensando en las consecuencias políticas?

La AFA puede intentar maquillar el bochorno con comunicados técnicos, pero la realidad es que el arbitraje local está prisionero del poder y la conveniencia.
Hoy fue Lamolina. Mañana, será otro. Y mientras tanto, el fútbol argentino sigue perdiendo lo único que no se puede comprar: credibilidad.

En este país, mostrar una roja parece más peligroso que discutir un contrato con el mismísimo Dios del balompié.
Y lo más triste es que, cada vez que pasa, el que queda expulsado no es el árbitro…
es el fútbol.